Es una costumbre muy de Estados Unidos, Canadá y algunos países europeos, celebrar el “Día de Acción de Gracias”. En EEUU la celebración es el cuarto jueves de noviembre y en Canadá, el segundo lunes de octubre.
Todo comenzó en 1621 con el agradecimiento de los colonos por las buenas cosechas. El plato principal es un buen pavo horneado con guarniciones de papas y vegetales. Postre a base de manzana y el brindis con sidra.
Era la ocasión para reunir a la familia y compartir, no sólo los alimentos, sino los buenos momentos vividos y los planes futuros. A finales de los 60, la voz del trompetista y cantante Louis Armstrong fue incorporada al ambiente familiar con su canción What a wonderful world (Qué mundo tan maravilloso).
En la década de los 20 del siglo pasado, el Día de Acción de Gracias sale del ámbito familiar y, en EEUU, se transforma en fiesta a gran escala cuando los trabajadores de Macy’s, la gran tienda por departamento, deciden recordar las fiestas que sus padres celebraban en Europa y organizan un gran desfile que aún se mantiene.
En Latinoamérica no existe, oficialmente, la celebración del Día de Acción de Gracias. Y no falta quien descalifica con diversos adjetivos a quien propone el festejo.
Para los sicólogos María Mercedes y Vladimir Gessen, dedicar un momento de agradecimiento es favorable para la salud emocional: “Dar gracias a la Divina Providencia, pensar o escribir sobre las cosas o personas de las cuales nos sentimos agradecidos nos aumenta la felicidad. La gratitud es un sentimiento que hace estimar el beneficio de un favor recibido y a corresponder de alguna manera.” Ambos proponen un ejercicio: “Escriban unas notas de agradecimiento y busquen a las personas que lo merecen y entréguenselas. También, lo pueden hacer verbalmente y si procede, den un abrazo y un beso, sea el caso”. Gracias por leernos.
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ERN
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