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De McWorter a Del Valle: las voces que construyeron los Estados Unidos de hoy

Los esfuerzos del esclavo Frank McWorter por comprar la libertad de su familia y la lucha de los californios Del Valle por defender su permanencia en su hogar son solo dos de las muchas voces que han construido durante más de dos siglos la diversidad intrínseca a los Estados Unidos de hoy.

De McWorter a Del Valle: las voces que construyeron los Estados Unidos de hoy

La historias de McWorther y los Del Valle son dos de las historias que propone la exposición "Muchas voces, una nación", del Museo Nacional de Historia Americana de Washington, sobre las gentes que han dado -y siguen dando forma- a las comunidades de este país.

Cerca de 300 objetos ilustran un viaje cronológico y temático que propone el museo, en el que tiene protagonismo McWorter, apodado "Free Frank" ("Frank Libre"), que decidió apurar las opciones ínfimas de los esclavos afroamericanos para tener familias libres.

Y lo hizo ahorrando su escaso salario para comprar la libertad de su esposa y hacer lo propio con la suya y la de su hijo mayor poco después, en 1819, con 42 años.

En 1830, los McWorther utilizaron el río Misisipi para buscar una vida mejor y establecer la comunidad de Nueva Filadelfia, estado de Illinois, la primera población implantada por afroamericanos libres y uno de los símbolos de la defensa abolicionista del siglo XIX.

Pese a su mudanza a un territorio sin esclavitud, la vida de los McWorter no estuvo libre de tensiones, ya que los esclavistas también se sirvieron de la ruta del río hacia el norte en los años previos a la Guerra Civil estadounidense (1861-1865).

Desempeñando labores agrícolas y artesanales, los descendientes de "Free Frank" permanecieron durante generaciones en Nueva Filadelfia, según recuerda a Efe Magdalena Mieri, directora del Programa de Historia y Cultura Latina y Compromiso Civil del museo.

Con recibos de compra de tierras y fotos históricas, la muestra reúne múltiples vidas que representan la lucha por los derechos y el devenir que ha marcado a EE.UU., en el que la identidad nacional cambia y "seguirá haciéndolo según pasen los años", recalca Mieri.

A miles de kilómetros de los McWorter, la familia de californios Del Valle estaba en la década de 1850 inmersa en otra defensa: convencer a las autoridades estadounidenses de que el territorio en que se habían establecido hacía años -actual estado de California- era suyo justo después de que pasara a ser estadounidense por el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), tras el conflicto con México.

Según la experta, las dificultades documentales de la época marcaron el futuro de muchas de las familias de californios -los mexicanos que vivían en California antes de que esta región integrara EE.UU.-, obligadas a justificar la posesión de las tierras.

Las culturas indígenas nativas y las oleadas migratorias, variadas por su origen, motivación y libertad de desplazamiento hacia el territorio norteamericano siguen plasmadas en la sociedad del país que hoy gobierna el presidente Donald Trump.

Esa realidad se refleja en recipientes de cerámica cosechados en Santa Fe (Nuevo México), de 1691; una Estatua de la Libertad en miniatura que sujeta una bandeja de tomates empleada por activistas de Florida en el año 2000, o los restos abandonados por inmigrantes que cruzan la frontera con México y dejan por el camino objetos como un par de zapatos en cuya suela se puede leer un "papá, te quiero".

Se trata de flujos como el de europeos, "no solo británicos" -matiza Mieri-, muy diferentes a la de esclavos afroamericanos desplazados contra su voluntad o incluso de chinos, que llegaron al país para trabajar primero en el ferrocarril y luego en las explotaciones de oro a mediados del siglo XIX.

Pero las migraciones no siempre han sido recibidas de la misma forma en Estados Unidos, donde se han experimentado períodos de "rechazo" y ensalzamiento de "la noción de nación blanca" como con el Acta de Exclusión China de 1882 o las repatriaciones de ciudadanos mexicoamericanos durante la Gran Depresión (1929).

La convivencia de culturas dispares se ha ido sucediendo durante las décadas, como cuando la familia Moreno, dueña de una panadería de Los Ángeles, decidió cuidar los objetos personales de los Sishima, sus vecinos japoneses detenidos en la II Guerra Mundial.

En 1960, la segregación aún era legal cuando un grupo de cuatro estudiantes de raza negra inició una desobediencia cívica demandando ser atendidos en la sección para blancos de la barra de un bar -que expone el museo- de Greensboro, en Carolina del Norte.

El impacto en el cristal de un autobús escolar en Boston -que también rescata la muestra- refleja cómo las tensiones racistas se mantenían en 1972, dieciocho años después de la sentencia del Tribunal Supremo que prohibía la segregación educativa por raza.

Ese fue uno de los hitos de la lucha antirracista de ayer sin la que no se entienden los Estados Unidos de hoy.

EFE / LR

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