LUISÁNGELA DELGADO
El Callao.- “Si van a pasar les recomiendo que guarden el celular, la cámara y todo lo que los delate como periodistas. Para acá no entra ni la policía. Pueden dejar el carro aquí, por la lluvia es imposible que un carro tan pequeño pase, yo estaré pendiente. Por allá pregunten por alguien de la base y pidan permiso para ver si los quieren ayudar. Aunque lo ideal sería que pasen, observen, salgan y se vayan de la zona”.
Esa fue la recomendación de un vendedor apostado en la entrada de la mina Cuatro Esquina, en el barrio El Perú, de El Callao, para el equipo reporteril del diario Nueva Prensa, quienes debido a los constantes reproches por parte de los mineros y comerciantes sobre las irregularidades que comente “el sindicato, el Ejército Nacional y los guerrilleros”, decidió movilizarse al sur de la entidad bolivarense y escuchar el testimonio de los protagonistas.
La mina Cuatro Esquinas, es uno de los campamentos donde en las últimas semanas han ocurrido confrontaciones entre bandas y uniformados. Al igual que en Janza, ubicada a pocos kilómetros, también en el mismo sector.
Desde el pasado mes de mayo la convivencia en los campamentos “se ha tornado más violenta”. Todo esto, porque “los colombianos” quieren apoderarse del oro y excluir a “la base”.
Los primeros en predominar en los yacimientos han sido los denominados “sindicatos o la base” –una organización delictiva que se encargada del cobro de vacuna a los mineros y comerciantes-.
Disputa
La confrontación por el poder de los campamentos entre bandas delictivas, los castrenses y el grupo armado más mencionado en los últimos meses en la zona, “la guerrilla colombiana”, conocido por el nombre: Ejército de Liberación Nacional (ELN), es lo que aturde la convivencia.
“Hace unos días hubo una balacera entre bandas y murieron dos hombres. Ese mismo día, pasó la guardia a buscar a los culpables y supuestamente a controlar la situación, pero terminaron llevándose mucha mercancía y eso perjudica nuestro trabajo porque nos quedamos sin inventario. Además el sindicato nos impide trabajar”, aseveró un vendedor.
El 9 de mayo hubo una balacera en la mina Cicapra, en Guasipati. Los mineros denunciaron que la disputa comenzó porque “los guerrilleros” llegaron para sacar al sindicato liderado por un sujeto apodado “El Chile”.
En ese hecho, extraoficialmente se supo que fallecieron tres personas.
Para ese momento comenzó a ser más fuerte el rumor de la presencia de la guerrilla, porque muchos mineros dijeron en los pueblos que “eran colombianos los que comenzaron a disparar por el tono de su voz, la vestimenta y sus rasgos físicos”.
El pasado 17 de mayo, en esa misma mina, se desató una balacera en la que murieron seis personas. Una de las víctimas era mujer.
El tiroteo inició porque una agrupación de mineros pretendía salir del campamento a bordo de tres camiones con destino a Ciudad Guayana, pero en el camino estaban escondidos los que habían sido despojados del área en días anteriores y abrieron fuego cuando se dieron cuenta que “la población -mineros- era escoltada por la guerrilla”.
Esa escena sangrienta también estuvo liderada por “El Chile”.
Sobre esa “masacre”, los testigos y dolientes de los occisos, dijeron que “la guerrilla” los obligó a salir de la mina “para apoyar la concentración del cierre de campaña del presidente reelecto Nicolás Maduro”.
“Las Botas Negras”
“El ELN si está aquí. Ellos no están en el pueblo como cualquier otro cuerpo policial, están en la montaña. Aunque tienen puntos de control en los sectores Hoja de Lata, San Martín de Turumbán y Anacoco. Sabemos que no son los guardias venezolanos porque tienen pantalones de camuflaje y botas altas de color negro. También por su acento al hablar. Ya los catalogamos como Los Botas Negras”, dijo una pobladora en Tumeremo, quien garantizó haber recorrido los sectores y constatado la presencia de los colombianos.
También agregó que “se están apoderando de las zonas poco a poco e incluso están reclutando personal y la mayoría son indígenas”.
La convivencia
Pasar a la mina pone a prueba la sensibilidad humana. En ese momento surgen preguntas; cómo pueden dejar todo en la ciudad y vivir del día a día? ¿Realmente el oro y el manejo de efectivo lo cubre todo?
Los que están instalados en la mina duermen en colchonetas sobre la arena rojiza, otros en hamacas y se cubren de la lluvia o del sol, debajo de cuatro tablas de madera que tiene como techo y paredes, un plástico.
“Deje todo en Anaco, estado Anzoátegui, para venir a trabajar y poder sobrevivir a la crisis. Me mudé junto a mis dos hijos menores de edad, a quienes ya les conseguí cupo en el liceo de El Callao”, relató una de las vendedoras.
Siguió diciendo que “hay mucho peligro cuando hay tiroteo y también disminuye el ingreso económico porque si el sindicato dice que nadie trabaja, no podemos vender”.
Algunos vendedores informales entran y salen a diario, pero es evidente que más de 60% de la población se dedica a la extracción del mineral.
En los pueblos es común ver al hombre con una batea colgada en su espalda o sostenida con una mano caminando en sentido a la parada del transporte que lo llevará a la entrada de cualquier mina.
En la carretera hacia los municipios del sur, predomina la caravana de motorizados. Todos con lentes, gorras y en la parte posterior del vehículo de dos ruedas un bolso o maleta con sus pertenencias.
La mayoría recorren la vía desde Caicara del Orinoco, Ciudad Bolívar e incluso desde otros estados del país. Su objetivo es el de cualquier padre de familia: garantizar el alimento para sus hijos.
La metodología que aplican es la siguiente: Durante el día sacan el material, lo llevan al molino y luego van al pueblo a una tienda de compra de oro para venderlo y así enviar dinero a su familia.
“Días buenos y malos”
Luego de una caminata de más de 20 minutos, estaba instalada una galería –túnel con más de 12 metros de profundidad donde el minero extrae el mineral-.
Un minero hablaba por teléfono: Ya estamos trabajando de nuevo. Tú sabes que cuando dicen que nadie trabaja hay que hacer caso. Si el sindicato dice que no, es no.
En el fondo de la galería estaban dos hombres taladrando para sacar las piedras, subir los sacos, luego llevarlos al molino y después del proceso pesar la cantidad de gramas de oro que pudieron alcanzar durante la jornada.
Al final del vacío había agua. Ellos dijeron que les alcanzaba hasta las rodillas y que iban a salirse en horas del mediodía, pero bajarían después de almorzar.
“Hay días buenos y otros malos, pero siempre se saca aunque sean unos punticos de oro y se puede resolver”, dijo un minero.
Mayormente, los mineros llevan el saco en sus hombros. Son pocos los que usan una carretilla.
La música de reggaetón y salsa predominan en la zona. Al igual que el olor a leña cuando encienden el fogón para preparar la comida.
Sin pronunciamiento
Según, el ELN llegó respaldado por el Gobierno nacional, pero no habían actuado antes porque estaban siendo documentados de todas las áreas.
Hasta la fecha, el Gobierno nacional no se ha pronunciado respecto a las denuncias.
Los pobladores comentaron que no tienen en quién confiar “porque los que tienen el poder no les importa desaparecer a quien se cruce en su camino”.
Sin control
En el año 2016, hubo una “masacre” en una mina ubicada en Tumeremo.
Un sujeto apodado “El Topo”, de nacionalidad colombiana acribilló a 18 mineros.
Dos meses después, Las Fuerzas de Acciones Especiales del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), dieron de baja al delincuente.
En febrero de este año, el Ejército llegó a la mina Cicapra y baleó a 18 personas.
El más reciente hecho sangriento en los yacimientos fue el registrado el pasado 17 de mayo, en el que acusan a “los colombianos” de la masacre.
El pasado sábado en horas de la noche, dos bandas se enfrentaron en la mina Cuatro Esquinas y durante el fuego cruzado murieron los tipos apodados “El Loro” y “El Cafu”.
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