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Mujeres y drogas, historias de necesidad más allá del delito en Bolivia

La necesidad conduce a caminos que muchas veces rayan lo ilegal, pero que en un momento determinado se tornan en la única alternativa para salir adelante, una realidad de muchas mujeres bolivianas que están en la cárcel por tráfico de droga.

Mujeres y drogas, historias de necesidad más allá del delito en Bolivia

Detrás de cada mujer que decidió voluntaria o involuntariamente vender drogas, que ahora es señalada como una criminal, hay una razón que la fundación Acción Semilla recopiló en cinco historias de bolivianas en un libros titulado "Historia de aves y jaulas".

Este libro tiene la finalidad de conocer el relato de vida, el lado más humano de mujeres que pasaron a ser una cifra negra y que se encuentran reclusas en la cárcel femenina de Obrajes en La Paz o que ya salieron de entre sus rejas, contó a Efe la directora de esa fundación, Patricia Chulver.

"Las historias han sido recopiladas por nosotros y reinterpretadas por literatos y artistas", detalló la directora de esa fundación que realiza investigaciones sobre drogas en el país.

Las fotografías que acompañan cada relato son las ganadoras de un concurso que la misma fundación realizó para que en una imagen los lectores puedan imaginar cómo es la vida de una mujer privada de libertad.

"Mujeres que como aves cautivas alguna vez conocieron la brisa del viento al batir las alas", señala la introducción del libro.
La primera historia narra la vida de una mujer de 39 años conocida como "la muda", que trabajaba limpiando un hotel y que tenía a su cargo un niño.

"El recepcionista le pidió llevar una encomienda a otro hotel para ganarse unos pesos, porque él no podía ir, le dijo. Ella claro que aceptó. Con el dinero iba a poder comprarle al nene un jarabe para la tos", expresa el relato.

"El sargento le arrancó la cartera de la mano y fue en busca del encargo, abrió el paquete y estaba allí la planta seca (marihuana), se fue con el nene a la comisaría y desde la defensoría le dijeron que era mejor que no hable", continúa la narración.

"Soledad, soledades" cuenta la historia de una joven que desde la cárcel relata cómo había ingresado al mundo del tráfico ilícito.

"Estaba muy chica cuando llegó un hombre y me dio mercadería, me decía que con eso podía ayudar a mi mamá, al principio le dije que no, después mamá cayó en cama, no tenía para comer, mis hermanos eran más pequeños, no podía hacer nada", manifiesta en la historia.

Otro de los relatos es sobre una joven de 25 años que fue recluida al menos nueve meses por portar 38 gramos de marihuana para su consumo.

"Ella se deshacía en lágrimas, mientras la mujer policía le decía con un inolvidable gesto de gozo: así para meterle drogas eres bien valiente, ahora te vas a pudrir en la cárcel", reza el texto.

"No existe paso por la cárcel que no implique ganar amigos, conocer otras mujeres en condiciones más adversas, pero más valientes, conocer la fe y el apoyo, entender el daño que a muchas nos han hecho y aprender de la resiliencia", finaliza.

Chulver sostuvo que la mayor parte de las mujeres que están presas por tráfico de drogas en el país son personas que viven en "extrema vulnerabilidad", porque en muchos casos son el sosten de sus familias, no encuentran trabajo o incluso tienen a su cargo alguien que está enfermo.

"Definitivamente ser mujer, ser pobre y estar vinculada con las drogas termina siendo un factor determinante para ser considerada una criminal", sentenció.

En octubre pasado, el caso de una madre boliviana presa en Argentina por intentar traficar droga para costear el tratamiento contra el cáncer para su hijo conmocionó a Bolivia.

La mujer obtuvo su excarcelación por razones humanitarias y logró reunirse con su hijo antes de que el chico muriera.

Para la directora, este es un caso que expone la realidad de muchas mujeres en el país que están tras las rejas, ya que las cárceles se llenan de los eslabones más débiles de la gran cadena que lleva hasta el "pez gordo" del narcotráfico.

Todas estas mujeres fueron juzgadas bajo la ley 1008 de Bolivia, que pena el tráfico de sustancias controladas con la reclusión de diez hasta veinticinco años, según explicó Chulver.

Una de las consideraciones finales del texto es que la justicia tome en cuenta las condiciones socioeconómicas de cada persona y que se trabaje para tener "un sistema penal más humano". EFE

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