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Librerías se resisten a desaparecer

La dificultad para obtener divisas ha detonado un éxodo de distribuidores

Librerías se resisten a desaparecer

"Una ciudad no es una ciudad sin una librería", dijo en una oportunidad el escritor y guionista Neil Gailman. Efectivamente, resulta imposible concebir una sociedad sin libros, una idea descabellada que solo pareciera existir en distopías como la del Fahrenheit 451 de Bradbury, o en los capítulos más oscuros de la historia universal. Sin embargo, no siempre se necesita quemar libros para intentar acabar con la literatura. A veces solo se necesita asfixiar su cordón umbilical y dejar a las librerías morir de mengua.

En medio de la fuerte hiperinflación que afecta el normal desarrollo económico del país, el mercado editorial no escapa a la crisis, y así como hay anaqueles vacíos en los supermercados hoy, también las estanterías se están quedando sin libros.

Andrés Vásquez tiene 40 años al frente de uno de los stands del emblemático pasillo de los libreros, al lado de la Facultad de Ingenería de la Universidad Central de Venezuela. Ha visto generaciones enteras de ucevistas atravesar ese corredor en busca de textos de estudio, ensayos o poemarios y novelas, al punto de aprender a leer sus rostros y saber cuál es el libro indicado para cada cliente.

Ante el panorama que se cierne sobre el futuro de su oficio, no es nada optimista. "Solo dos años más le quedan a las librerías", afirma contundente.

Y es que desde hace más de ocho años, las importaciones de títulos por parte de las grandes editoriales y distribuidoras se han visto casi paralizadas debido a la dificultad para obtener divisas, y la imposición de un férreo control cambiario que llevó a grupos como Océano o Random House a irse del país. Los que quedan, como Planeta o Santillana, han limitado sus pedidos a textos escolares, libros comerciales y "best sellers", cuya demanda es capaz de permitirles recuperar la inversión.

Vásquez afirma que hace tiempo dejaron de comprar libros de México y España. Para mantener su puesto, cuyo cartel pintado a mano nombra como "Librería Rizzolay", se defienden con el acumulado de todos los libros que quedaron en depósito, así como ejemplares de segunda mano que compran a estudiantes.

Señala que la consecuencia más grave es la desactualización y falta de variedad, que hace perder también el interés de los compradores.

"Acá vienen preguntando por cualquier libro que ven en Internet y hay que explicarles que no llegará a Venezuela. Eso desalienta y repercute en las ventas. A este paso, esto (la librería) va a tender a desaparecer", sentencia.

Un país sin lectores

En la torre Polar de Plaza Venezuela se encuentra la librería Alejandría. Originalmente llamada Ludens, ahora está incorporada a la red de franquicias de Lugar Común. En tiempos pasados, formaba junto con otras librerías un corredor que se extendía desde el parque Los Caobos hasta el final del bulevar de Sabana Grande.

Su librero, Javier Marichal, resalta que un factor poco comentado de la crisis que enfrenta el sector editorial es el éxodo diario de millones de venezolanos, lo cual reduce significativamente el espectro de compradores.

"Tenemos una migración de aproximadamente tres millones de personas, que en su mayoría son de clase media, y también eran los mayores consumidores de libros", explica.

Resalta que Venezuela nunca ha sido un país con una masa de lectores muy alta, pero que siempre hay libros que se amoldan a los intereses de cada individuo, por lo que considera grave que no sean una prioridad para los entes encargados de la asignación de divisas.

Mientras en países como España se publican hasta 97.000 títulos al año (con sus respectivos tirajes), y en Argentina esta semana la revista National Geographic calificó a la Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires como "la librería más linda del mundo", en Venezuela las ferias del libro cada vez tienen menos stands.

"Es grave que exista un país donde no se lea, porque es el reflejo de lo somos como sociedad", acota.

Aunque en la última década la ciudad ha sido testigo de la lenta extinción de librerías icónicas como Suma, Noctua o Lectura, Marichal decide no quedarse solo en la pérdida, y apunta al colosal trabajo que libreros y editoriales nacionales independientes realizan para mantener a flote el mercado a pesar de las dificultades.

"Aunque resulta imposible imprimir en Venezuela con los costos en bolívares, pequeños editores como Bid & Co. han seguido publicando, y librerías como la Nuevo Mundo han crecido bastante últimamente", destaca.

Igualmente, aunque el año pasado cerró su sede de Altamira, Lugar Común ha abierto nuevas sucursales, incluso en el interior del país. "Kalathos, en el Centro de Arte Los Galpones, logró mantenerse abierta cuando todos pensaban que cerraría por el alto costo del alquiler en dólares", dice.

"Por eso el trabajo de los libreros es un oficio de resistencia que se niega a desaparecer", afirma Marichal con firmeza.

Fuente: El Universal

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