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Pedro Elías Hernández: La revolución bolivariana es antiguevarista

Según el “Ché” Guevara, la revolución es cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano. Pero en Venezuela, según Hernández, lo cotidiano que debería ser tener luz, agua, gas en nuestras casas o saber a qué precio voy a comprar mañana la comida, resulta que en verdad tal cosa es un evento extraordinario.

Pedro Elías Hernández: La revolución bolivariana es antiguevarista

Pedro Elías Hernández es analista político. Combina su profesión de historiador y su oficio de periodista para echar una mirada a la realidad venezolana del momento. Ha participado en activamente en la política y actualmente es directivo del movimiento Soluciones para Venezuela.

Venezuela atraviesa por una crisis política, institucional y económica de proporciones enormes. A su juicio, ¿cómo llegamos hasta acá?

- En 1998, un demagogo poderoso pudo llegar a la presidencia de Venezuela por la vía del sufragio universal, directo y secreto. Una democracia madura, la clase media y sus élites culturales, políticas y económicas, no resistieron el encanto de un mensaje que convocaba a una refundación republicana. Jorge Olavarría fue uno de ellos. Y a título de la amistad que entre nosotros existía y al respeto intelectual que le tenía, en una ocasión le pregunté: Jorge, ¿por qué el país creyó en Chávez? Y para mi sorpresa, que esperaba una explicación argumentalmente estructurada y con alambicadas analogías históricas, sencillamente me respondió, “es que Chávez nos dijo de forma muy elocuente lo que queríamos oír.

No es extraño que un líder político le diga a la gente lo que desea escuchar. Sucede una y otra vez, y una y otra vez muchas personas le creen. Lo que sí llama la atención es cómo una parte muy significativa de la inteligencia venezolana, de sus medios de comunicación, de sus formadores de opinión, de sus notables, se hayan decantado por la opción del trepidante comandante. Un vasto consenso se enseñoreó en la Venezuela de entonces. Cierta cobardía cívica se hizo presente. También el cálculo crematístico y el acomodo circunstancial. Pero lo más terrible fue la casi absoluta abdicación de la crítica, salvo las excepciones de siempre que confirmaban la tendencia general.

Pienso que hay que echar una mirada a la naturaleza de esta crisis que ya lleva 20 años casi ininterrumpidos. Desde que llegó Hugo Chávez a Miraflores estamos en presencia de una revolución socialista en el poder. Las revoluciones y los revolucionarios son sujetos políticos muy peligrosos ya que piensan que están del lado correcto de la historia, una idea arrogante, muy viciosa y deformante que nos remite a lo peor del determinismo y el historicismo marxistas. Una teoría que instruye a quienes controlan el Estado a cumplir a cualquier precio, incluso haciendo uso de la fuerza, sus profecías sociales.

También es menester analizar otro aspecto a tener en cuenta y es que la ley de vida de las revoluciones es el conflicto, allí están en su zona de confort, están en su elemento, es su fortaleza, mientras que su debilidad es su gobernanza. La evidencia histórica indica que “las revoluciones degeneran en gobierno”, de ahí la frase que se le atribuye al general Emiliano Zapata. La oposición puede establecer una estrategia que obligue al chavismo-madurismo a desactivar el modo de conflicto y llevarlo a otro terreno, a uno en donde no es muy fuerte, en donde son muy incompetentes los que están en Miraflores, y ese terreno es el de su pésimo desempeño como gobierno. Indica que para eso la oposición debe poseer mucho sentido del oficio político. Lucha permanente y cotidiana por medio de partidos políticos, asociaciones, gremios, etc, que denuncien en cada lugar y momento los graves problemas de la gente: hiperinflación, destrucción del aparato productivo, el colapso de los servicios públicos, como electricidad, agua, gas, salud. Si el oficialismo desea seguir en conflicto, que es lo más seguro ya que el escenario de asedio y bloqueo económico es un reafirmador de su relato revolucionario, sin embargo hay que tratar de sacarlo de ese formato. Para eso la movilización de la mayoría popular que es evidente se inclina a favor de un cambio en la conducción del país, más el apoyo internacional, pueden conducir a otra dinámica.

¿Cómo visualiza la situación actual a la luz de las diferentes estrategias de acción de gobierno y oposición?

- Hoy, más de 20 años después del ascenso de la revolución bolivariana al poder, se ha conformado una nueva hegemonía política constituida por la numerosa cantidad de víctimas depauperada del enorme y trágico fracaso económico que constituye el socialismo del siglo XXI, tal y como siempre ha ocurrido con los socialismos den cualquier siglo y nacionalidad. Pero está ocurriendo algo semejante a lo que aconteció en su oportunidad con el fenómeno de Chávez, esta vez salpicado con elementos más virulentos dada la extensión del efecto de las redes sociales. El odio y el resentimiento, engendrados tras dos décadas de abusos gubernamentales, le imponen la agenda a una parte de esta nueva hegemonía, lo cual tiende a deformar la realidad. La tarea de exterminio de los partidos políticos, que hicieron muchos méritos propios para ello, y de la propia acción política adelantada por el oficialismo y por poderes facticos aliados a la oposición, lleva a la población a estar expuesta a una prédica maximalista, extraviada.

Las plataformas comunicacionales disponibles, nos mantienen más informados pero no mejor informados. Una suerte de verdad editada circula como moneda corriente. Cada quien se atrinchera en su posición y los algoritmos de esta peculiar tecnología amurallan las percepciones ya instaladas y prescriben selectivamente los contenidos de los mensajes para proteger las opiniones preexistentes de otras influencias a objeto de que las mismas no cambien. La intolerancia es el anti cuerpo. La reflexión se desdibuja, se consumen las informaciones que llegan sin sentido de inventario. Se rechaza lo que tenga visos de disonancia respecto a las corrientes de opinión que se han hecho dominantes.

En ese contexto la labor de la conducción política en el seno de las fuerzas democráticas en Venezuela sucumbe ante el empuje de la inmediatez. El voluntarismo sustituye el análisis objetivo. No importa si se frustran expectativas, se crearán rápidamente otras nuevas, elevando cada vez más la apuesta. Mientras más delirante sea lo que se propone mejor suena al oído de públicos cautivos. Nuevamente se abdica del espíritu crítico por temor a perder los aplausos. Los líderes políticos, como si fueran celebridades del espectáculo, se convierten en rehenes de sus audiencias. Un fenómeno altamente peligroso.

A la ruta de “cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” se le atribuyeron los poderes de un conjuro, que solo por invocarlo, crearía instantáneamente una nueva realidad. Lógicamente no ha sido así. Los hechos ponen en evidencia el fin de la estrategia de desenlace relámpago. El transcurrir del tiempo pesa demasiado. La oposición consume fuerzas y capital político. Hay que entender que esta lucha contra el proyecto autoritario se enmarca dentro de lo que Antonio Gramsci llamó “guerra de posiciones” y no “guerra de movimientos” o de maniobras temerarias.

Por el lado del gobierno, su interés es desinformar, confundir y alentar a los sectores fanatizados para llevarlos al escenario del uso de la fuerza, en donde la superioridad del oficialismo es notable. Sabe, como decía Michael Corleone en la novela “El padrino”, que el que odia a su enemigo se le nubla el juicio. Pero También comete muchos errores, no tanto en el terreno de su visión estratégica, que hasta ahora ha sido buena, sino en su desempeño como gobierno. Se mantiene atrapado en sus convicciones ideológicas socialistas que le impiden estabilizar la economía. Si hay un gran clamor nacional es por un mínimo de estabilidad, la hiperinflación desquicia todo cálculo económico e impide que las personas puedan programar sus vidas. Como decía el gran economista Ludwig Erhard, responsable de la reconstrucción alemana de la postguerra, “la estabilidad no lo es todo, pero sin estabilidad no hay nada”. Recientemente, por ejemplo, Nicolás Maduro convocó a un milagro agrícola para recuperar la producción del campo y aunque soy creyente y creo en los milagros, no tiene sentido esperar un milagro para que se puedan producir alimentos y la gente pueda comer. Yo siempre he dicho que esta revolución es una revolución anti guevarista. “El Ché” Guevara decía que la revolución es el momento en el cual lo extraordinario se convierte en cotidiano. En Venezuela lo cotidiano que debería ser tener luz, agua, gas en nuestras casas o saber a qué precio voy a comprar mañana la comida, resulta que en verdad tal cosa es un evento extraordinario.

¿Cuál piensa que puede ser una alternativa para salir de este atolladero?

- Ciertamente el chavismo que se creía desahuciado, resiste y acumula cada día un día más al frente del gobierno, lo que por sí solo y a la luz a los pronósticos iniciales, parece una victoria, pero está claro que a Maduro, a pesar de mantener los hilos del poder en sus manos, se le hace cada vez más difícil la tarea de gobernar, sus esfuerzos se concentran en sobrevivir lo cual condena al país a mantenerse en un estado de crispación constante. Por su parte a Guaidó al parecer se le agotó el repertorio, los apagones ocurridos en marzo y abril desestabilizaron más a la oposición que al gobierno. Creo que lo patriótico y responsable es sentarse a negociar, los sectores democráticos poseen buenas cartas para ello. El país está siendo triturado y se desliza sobre un plano inclinado. Hay alternativas políticas como acordar entre las partes en conflicto la activación de un referéndum consultivo, tal y como está establecido en la constitución, para preguntarle al país si desea realizar unas elecciones generales en un relativo corto plazo. Una salida que destranque el juego, lo cual puede ser acompañado por la comunidad internacional. NP

RA

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