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Tras los atentados, dos días de pesadilla contra los musulmanes en Sri Lanka

Ajmir solo alcanza a asentir cuando su tío le entrega el certificado de defunción de su padre, conmocionado por la violencia contra la comunidad musulmana que azota desde el domingo a Sri Lanka, menos de un mes después de los ataques islamistas contra iglesias y hoteles de lujo con 253 muertos.

Tras los atentados, dos días de pesadilla contra los musulmanes en Sri Lanka

"Aférrate a él", pide a Ajmir, después de enterrar a M. S. Fouzul Ameen, de 47 años, en la pequeña ciudad de Nattandiya, en la Provincia Noroccidental y la más afectada por el brote de violencia.

En la noche del lunes, Ameen, un empresario dedicado a la venta de muebles, buscó refugio en su hogar junto a sus cuatro hijos y su mujer mientras una multitud enfurecida destruía sus ventanas a pedradas, explicó a Efe su hijo.

Cuando la turba trató de incendiar su vehículo y Ameen abandonó la relativa seguridad de su casa para tratar de disuadirles, recibió una puñalada en el rostro y otra en el cuello.

Alguien de entre la multitud le arrojó aguarrás, antes de emprender la huida.

Ameen fue declarado muerto al llegar al hospital, la única víctima mortal de la que por el momento se tiene constancia del brote de violencia contra la comunidad musulmana que se extendió a otras zonas de la nación isleña en la jornada del lunes.

Los atacantes han dejado tras de sí un rastro de casas quemadas y comercios saqueados.

Incapaz de controlar la violencia dirigida contra los musulmanes residentes en zonas de mayoría cingalesa, la comunidad mayoritaria del país que profesa el budismo, el Gobierno declaró ayer un toque de queda primero en las regiones afectadas y luego en todo el país.

Las autoridades han ampliado las restricciones al movimiento y al derecho de reunión hasta mañana.

Desde los ataques del Domingo de Resurrección contra tres iglesias y tres hoteles de lujo que dejaron 253 muertos y más de quinientos heridos, la tensión entre la comunidad musulmana y la mayoría budista del país ha ido en aumento.

Las organizaciones islamistas locales National Thowheed Jamath (NTJ) y Jammiyathul Millathu Ibrahim (JMI) llevaron a cabo los ataques, según la investigación, si bien las acciones fueron reivindicadas por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Las primeras informaciones de violencia comunitaria llegaron el domingo en la localidad de Negombo, a una hora de la capital y donde se encuentra una de las iglesias atacadas el 21 de abril.

Según la Policía, esa misma noche los choques se extendieron en la zona de Chilaw y en varias localidades del distrito de Kurungala, en la Provincia Noroccidental.

En la mezquita principal de Minuganwoda, en el distrito de Gampaha, la comida desparramada por el suelo y los cristales rotos son testigos de la violencia que interrumpió el "iftar", la ingesta al atardecer de la primera comida del día durante el mes musulmán de Ramadán.

"Nosotros cuatro estábamos sentados cerca de la ventana cuando empezaron a tirar piedras contra la mezquita, el clérigo nos dijo que huyésemos a un lugar seguro y nos refugiamos tras un muro detrás de la mezquita", explicó a Efe Mohamed Jibris, de 22 años.

El joven dijo que una turba de unas quinientas personas se abalanzó contra el lugar de culto, destruyendo todo a su paso.
Hoy, los bomberos seguían afanándose en apagar las llamas de algunos de los casi cuarenta negocios atacados en el mercado central de Munwangonda.

A pesar del toque de queda, la violencia continuó hasta que el Ejército fue desplegado.

A unos 80 kilómetros de allí, en la pequeña ciudad de Kottanpitiya, Sarah Umma recordó a Efe las doce horas que pasó aterrorizada y rezando por su seguridad en su casa.

La mujer de 55 años permaneció prisionera en su propio hogar junto a su marido, nuera y nieto de un año de edad mientras una turba incendiaba la motocicleta de su hijo.

Una espesa capa de hollín cubre ahora buena parte de la fachada amarilla de su vivienda.

"No se marcharon hasta que la moto ardió. Escuchamos el sonido de un tanque de aceite explotando y es posible que tirasen cócteles molotov también", explicó Umma.

Hacia las dos de la mañana, la mujer reunió el coraje suficiente para aventurarse fuera de la casa y arrojar agua sobre el vehículo.
El primer ministro esrilanqués, Ranil Wickremesinghe, visitó esta mañana las zonas más afectadas por la violencia y prometió actuar contra los culpables.

Las autoridades han desplegado unos 7.000 soldados solo en la Provincia Noroccidental, dijo a Efe el portavoz del Ejército, Sumith Athapattu, mientras que la Policía ha anunciado la detención de 74 personas.

Pero algunos musulmanes miran con escepticismo la protección policial, como Sitthi Rumesa, de 55 años, que durante dos noches no dejó de buscar refugio acompañada de unos cuarenta menores.

"Todo lo que queremos es seguridad. Hemos estado corriendo de una casa a otra cuando los hombres nos avisaban de que había turbas", dice, con los ojos enrojecidos por el cansancio.

EFE

YS

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