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San Antonio, la fiesta que convierte a Lisboa en el gran pueblo portugués

Olor humeante a sardina asada, cordeles con luces de fiesta y parejas bailando al son de acordes de fado, esos que por unas noches no suenan tan tristes como de costumbre. El comienzo del verano se adelanta unas semanas en Lisboa por las fiestas de San Antonio, el santo más popular del país.

La capital lusa se olvida de que lo es durante el mes de junio para convertirse en el pueblo más grande de la geografía portuguesa, de los de verbena y cerveza en mano; una conversión que vive su punto álgido el día 13, fecha de la muerte del santo, lisboeta de nacimiento y fallecido en Padua en 1231.

En los días anteriores, las sinuosas calles de Alfama ya se llenan de lisboetas que, tras salir de la oficina, aprovechan para tomarse algo con los compañeros de trabajo, en unas tardes que suelen alargarse hasta fundirse con las madrugadas.

Este barrio, cuna del fado, es el gran epicentro de las celebraciones junto a la calle de Bica, situada en el corazón de Lisboa, donde son famosos los coloridos puestos que venden infinitos litros de cerveza, sardinas sobre trozos de pan y las clásicas "bifanas", los bocadillos de filete de cerdo más célebres de Portugal.

La previa del día 13 también está marcada a fuego en el calendario, ya que durante esa jornada se celebran los "casamentos" de San Antonio, que reúnen cada año a 16 parejas con pocos recursos a los que el Ayuntamiento de Lisboa casa en ceremonias costeadas por el consistorio.

Los novios, divididos en once enlaces religiosos y cinco civiles, son los grandes protagonistas de un día en el que las principales cadenas de televisión del país modifican su programación para cubrir el evento.

Tal expectación es motivo de asombro para los turistas, que se arremolinan alrededor de la prensa para preguntar, en diferentes idiomas, si alguno de los contrayentes es un personaje famoso.

En la tarde del día 12, las calles se llenan de conversaciones cruzadas de gente, aderezadas, ya a esas horas, por un punto de alcohol.

Los alrededores de Alfama se convierten en un río alegre de personas donde se respira ese bullicio especial de las noches importantes, esas que los grupos de amigos planean por Whatsapp con varios meses de antelación.

En la madrugada del 12 al 13 de junio, Lisboa se deshace de cualquier atisbo de modernidad para rememorar su pasado, uno en el que, como dijo Serrat, "gentes de cien mil raleas" se mezclan con la única excusa de pasarlo bien.

"Esta semana es la más especial del año, es como si volviera a mi niñez", cuenta a Efe João Pedro, un hombre de más de 60 años que, mientras hace unas sardinas a la brasa, se atusa con la mano izquierda su canoso bigote.

Las empinadas y laberínticas calles de Alfama se convierten en una gigante plaza de pueblo a rebosar, de esas en las que conviene estar atento a los amigos, si uno no quiere perderlos el resto de la noche.

La desinhibición se apodera de las personas, tanto que, lejos de avergonzarse cuando ven una cámara mientras bailan, la llaman para que graben su siguiente número: "¿Esto dónde sale?", pregunta una pareja de chicas con un par de vasos de sangría en las manos.

"El verdadero San Antonio se vive en Alfama", comenta Amélia, una mujer de unos cincuenta años que regenta un puesto donde no paran de servir "canecas", enormes vasos con medio litro de cerveza que venden a dos euros.

La mujer, que parece en su salsa con eso de relatar la historia de las fiestas a un periodista extranjero, cuenta que antes no todos los barrios festejaban "los santos", como son conocidos en Lisboa: "Aquí (en Alfama) siempre se ha hecho", apunta.

Como toda buena verbena que se precie, en las noches de San Antonio no faltan las orquestas, a las que acuden las personas cuando el alcohol comienza a escasear.

Allí se juntan jóvenes y no tan jóvenes, residentes locales y extranjeros, creyentes y ateos; todos unidos por unas canciones en portugués que suenan tan típicas como antiguas.

"A ver si nos ponen algo de reggaeton", comenta en tono de broma Julio, un "erasmus" español que, tras comprobar el fracaso de su petición, opta por seguir inventándose la letra de la canción.

EFE / MV

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