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Taladros o bongos: La biblioteca pública que presta cosas que apenas usamos

"Todos tenemos cosas que utilizamos sólo una vez al año", asegura Christian Schneider, gerente de una biblioteca pública de Viena que, además de libros, presta todo tipo de objetos para que los usuarios no gasten dinero en utensilios a los que apenas van a dar uso, desde taladros a bongos.

Taladros o bongos: La biblioteca pública que presta cosas que apenas usamos

"Es una forma de ahorrar dinero, espacio en casa y de proteger el medioambiente" explica Schneider, a quien se le ocurrió la idea de esta biblioteca de objetos, mientras asistía el año pasado a un congreso de bibliotecarios en Alemania.

El responsable de este proyecto, llamado "Cosas de Viena", afirma a Efe que la gente tiene demasiadas cosas que apenas usa y que "se quedan tiradas en algún lugar de la casa" .

Comúnmente se dice que el tiempo medio de uso de un taladro eléctrico es de entre 12 y 15 minutos durante toda su vida útil, un cálculo que se pone de ejemplo en numerosos foros y páginas de economía cooperativa.

Precisamente, este tipo de taladros se encuentran entre los más de 30 objetos que esta biblioteca pone a disposición del público.

Gafas de realidad virtual o monopatines, son los más demandados, pero también se ofertan otros utensilios no tan cotidianos, como bongos o lectores de microchip de identificación para perros y gatos.

"Ahora mismo los bongos los tiene alguien, así que parece que funcionan", se sorprende Schneider.

Balones de fútbol, raquetas de badminton o tenis, juegos de petanca o altavoces son otros ejemplos de esos objetos que uno no necesita necesariamente cada día y que pueden tomarse aquí prestados.

Parte de la colección procede de otros departamentos municipales, que los cedieron gratuitamente, y la biblioteca se encargó de comprar otros objetos para completarla.

Para poder tomar prestado estos objetos, es necesario tener el carné de la red de bibliotecas públicas de Viena, el mismo que se emplea para los libros, y cuyo coste es de 30 euros al año.

El periodo de préstamo de los objetos es de dos semanas, sin posibilidad de extenderlo, pero sí de volver a solicitarlo las veces que se quiera.

La devolución se produce en el mismo lugar de donde se tomo el utensilio, ya que de momento la biblioteca de objetos cuenta con una única sede.

El público ha acogido hasta ahora la idea con "cierto asombro", dice Schneider, debido a que "no lo habían visto nunca antes".

De hecho, el número de usuarios es aún muy limitado. "Normalmente, todos los días vienen entre una o dos personas" afirma Schneider, a quien no le preocupa esta escasa afluencia porque el proyecto todavía está empezando y la gente necesita acostumbrarse a él.

Schneider cuenta que en Estados Unidos, el Reino Unido o los países escandinavos, este sistema comenzó a desarrollarse hace varios años y está ya ahora plenamente aceptada entre la gente.

Lo que Schneider tiene claro es la filosofía de este proyecto: "Aunque haya iniciativas privadas que llevan haciendo esto durante años, lo nuestro es público. No tenemos fines comerciales", concluye.

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