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Roma, "una metáfora del paso del tiempo" que conquista a los artistas

En Roma se han inspirado desde Velázquez hasta Cervantes o Alberti, artistas conquistados por una urbe que, como dijo Quevedo, es "metáfora del paso del tiempo", según evocó en la capital italiana el poeta Eloy Sánchez Rosillo.

Roma, "una metáfora del paso del tiempo" que conquista a los artistas

Celebrado en la sede romana del Instituto Cervantes, el escritor debatió en un coloquio esta semana sobre la ciudad eterna con otros intelectuales españoles: el pintor Pedro Cano y los literatos Pedro García Montalvo y Andrés Trapiello.

Todos ellos manifestaron su total fascinación por la capital de un país que Sánchez Rosillo dijo gustarle "incluso más" que España y del que encomió a sus habitantes, "desde siempre gente más civilizada" que los españoles.
Y "que saben pactar", agregó.

El ganador del Premio Adonais por su obra "Maneras de estar solo" valoró que "mientras todas las ciudades se parecen un poco, llenas de rascacielos", Roma "no ha perdido la humanidad, el tamaño del hombre".

Incapaz de mencionar un lugar favorito de la antigua metrópoli, destacó de la misma que "puedes estar varios días andando por el centro sin repetir nada".

Reflejo de un tiempo pretérito memorable, "aparentemente parece cansada, que la historia del pasado pesa sobre ella", describió Cano, aunque consideró, no ha perdido su alma, bien reflejada, a su juicio, en filmes como "La grande bellezza" ("La Gran Belleza", 2013).

Efímera e infinita, "Roma está en todas partes y en ninguna. Te puedes pasar toda la vida yendo de rincón en rincón que no la encuentras nunca. Uno la lleva dentro", sostuvo por su parte Trapiello, autor de la actualización al español actual de "Don Quijote de la Mancha".

"De todas en las que he estado, esta es mi ciudad", sentenció el escritor, que pisó por primera vez el "bel paese" en 1966.

El "enorme choque" que le causó, unido al descubrimiento de las luciérnagas que realizó en una noche en la que pernoctó en un palacio en el que lo había hecho también Napoleón - "en León no las había", bromea - fueron el preludio de su encandilamiento.
El ensayista tuvo entonces la sensación de que en el país transalpino se aunaban "la historia con la vida".

Sobre su capital, contó que si algo le gusta "muchísimo" es que presenta el tiempo de una manera en "la que cabe todo el mundo, y además, sin juicio".

Por ello cree, es "tan hospitalaria".

"La ruina es más generosa que la obra nueva e intacta. Delante de un monumento nuevo podemos decir si nos gusta más o menos, mientras que delante de la ruina lo que sentimos es fundamentalmente emoción, pues entendemos que ha sido muy difícil incluso como ruina llegar a nuestros días", expuso.

"Año tras año la ciudad puede cambiar, pero las ruinas siguen siendo lo mismo", acordó.

Trapiello, quien expresó en el coloquio que "los poemas son tanto de los sitios a los que hacen referencia como de los lugares en los que se leen" señaló, en todo caso, que "la voluntariedad" que lleva implícita Roma con sus "esplendorosas obras" no es tanto como la vida que revela.

Y es que opinó, las grandes edificaciones que acoge "solo tienen importancia" en tanto en cuanto son parte de la existencia del hombre.

Valoró que la que fue bastión del arte clásico "hace a todos una especie de nido donde vivir de una manera nada solemne, pues no hay nada más natural que la belleza", juzgó.

Citó así a su amigo el escritor Ramón Gaya, quien la habitó varios años, para aclarar que "cuando los italianos emplean la palabra "bellezza" no están diciendo lo mismo que los españoles", que aluden a la perfección, sino que se refieren a que algo "es real, existente, independientemente de si es mejor o peor".

El encanto italiano era el que, según relató, buscaba García Montalvo cuando preparó un viaje para "deambular" por Roma con la idea de "caminar como un loco" por sus colinas y villas tras los pasos de los grandes escritores.

Lo hizo, dijo, "sin decirle nada" a su mujer al principio para que no se negara a semejante itinerario.
Y solo cuando estuvieron en el hotel le habló de dicha posibilidad, añadió.

Lo cierto es que, según indicó, su esposa le confesaría después "maliciosamente" que se esperaba una de esas "encerronas culturales" suyas que "no tienen fin y acaban con las personas".

En todo caso, "había consentido" así desde el primer momento lo que García Montalvo "había maquinado", pero ella misma "había sido ganada por la maravilla de esos paseos", aseguró. EFE / RA

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